DERRAMAS, NO. ARQUITECTO CONSERVADOR, SÍ

La huella de la carencia de mantenimiento en los edificios

Un buen amigo me cuenta la situación en que se encuentra el inmueble en el que vive. Se trata de un edificio que compró recién construido cuando se casó hace 25 años. Recuerdo que en aquellos tiempos se consideraba un privilegiado por vivir en él y relataba con orgullo como le encantaba lo que él llamaba “su imagen arquitectónica”.

Pero el tiempo pasa y deja su huella. La huella del tiempo, sí; pero sobre una gran huella consecuencia de la carencia de mantenimiento durante décadas.

Cuidado que una derrama a punto de caer sobre las cabezas de los propietarios

Hoy ha recibido la convocatoria de una junta extraordinaria de la comunidad de propietarios para tratar, cito textualmente, la “reforma general del edificio”.

De acuerdo con lo indicado en el escrito, se trata de una reunión monográfica sobre “las obras que sería necesario realizar de acuerdo con su antigüedad de construcción”.

Para ello, se propone “establecer las prioridades necesarias”, “pedir los presupuestos oportunos” y “aprobar las derramas necesarias”.

Y aquí surge la palabra maldita y además en plural para más inri: DERRAMAS. Preocupado ante lo que se le avecina, mi amigo me pregunta si no podría haberse evitado llegar a estas derramas.

Los edificios ni son eternos ni se conservan solos

Mi respuesta va en la línea de lo que intento transmitir a los propietarios de los edificios desde hace mucho tiempo y que se resume en la frase que tantas veces he dicho: “Los edificios ni son eternos ni se conservan solos”. Los edificios como cualquier otro bien patrimonial, requieren un mantenimiento continuado. Y para hacer un mantenimiento continuado es necesario seguir un calendario de mantenimiento.

Cualquiera sabe que contar con un calendario de mantenimiento en nuestro coche implica, de acuerdo con los plazos necesarios, proceder en el momento oportuno a cambiar el aceite, sustituir las correas o reemplazar los neumáticos. Y si alguien no sigue el calendario de mantenimiento de su coche, se encontrará con desagradables sorpresas que derivarán en un envejecimiento prematuro del vehículo y en averías cuyo coste siempre será mayor de lo que hubieran costado las revisiones no realizadas.

Pues con los edificios ocurre lo mismo. Las revisiones derivadas de un calendario de mantenimiento siempre son más baratas que las reparaciones agravadas por la falta de mantenimiento.

La gestión de la conservación de los edificios debe realizarla un arquitecto

Pero el calendario de mantenimiento de un edificio necesita ser gestionado por un profesional arquitecto que asesore a los responsables de la comunidad acerca de las revisiones a realizar en los distintos elementos constructivos, de la renovación de aquéllos que se queden obsoletos y de la reparación de las deficiencias que se presenten cuando sus efectos todavía sean leves y su subsanación aún sea poco costosa.

Y si no hay un arquitecto encargado de la conservación del edificio, el paso del tiempo agravará las deficiencias provocando la necesidad de abordar reparaciones mucho más costosas. Y cualquier reparación costosa, como las necesarias en el edificio de mi amigo, no se pueden abordar con el presupuesto ordinario de la comunidad de propietarios sino que tienen que afrontarse recurriendo a la palabra odiada por los comuneros, la maldita derrama.

Mi conclusión es muy lógica. Si una comunidad de propietarios no quiere derramas, tendrá que prevenirlas contando con un arquitecto que conozca el edificio y que se encargue de gestionar el mantenimiento continuado del mismo.

Da lo mismo que lo llamemos arquitecto de cabecera, arquitecto conservador o arquitecto de edificio. Yo que llevo muchos años utilizando unos u otros nombres indistintamente, he llegado a decantarme por las denominaciones de “ARQUITECTO CONSERVADOR DEL EDIFICIO” o “ARQUITECTO DE LA CASA“. Creo que es el modo más claro de identificar al técnico encargado de gestionar la conservación de los edificios.

Si la indignación de los propietarios de viviendas algún día les lleva a manifestar en contra de la aprobación de esas malditas derramas, que cuenten con mi presencia y además me ofrezco a pintarles una gran pancarta que diga: “Derramas, NO – Arquitecto Conservador, SÍ”.

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